Cuando se escriba la parte de la historia del Perú correspondiente a la pandemia de COVID-19, sin duda tendrá que haber un capítulo especial para personajes como Martín Vizcarra, Pilar Mazzetti y Elizabeth Astete. Sin embargo, las conductas bajas no vienen solo de parte de las autoridades ni de malos empresarios que buscaron lucrar en medio de la desgracia, sino también de gente de a pie a la que jamás hay que perder de vista.

Me refiero, por ejemplo, a esos que por estos días están haciendo “negocio” con el oxígeno medicinal que miles de peruanos necesitan para no morir. Han surgido mafias, algunas de las cuales han comenzado a ser desbaratadas por la Policía, que adquieren este insumo como si fueran familiares de contagiados, para luego venderlos a mayor precio a quienes están dispuestos a pagar lo que sea por uno de esos tristes pero célebres balones verdes.

Pero no solo están estos personajes. En las últimas horas también han aparecido otros que venden oxígeno industrial como si fuera medicinal. Es decir, se dedican a envenenar a gente ya moribunda. ¿Dónde ponemos a estos miserables? La cárcel sería poca cosa para ellos, aunque valgan verdades, conociendo nuestro sistema de justicia, lo más probable es que esta gente salga libre a las pocas horas y que al final de un largo proceso se vean liberados. Estamos en el Perú, ¿no?

Estos sujetos son la versión 2021 de los que el año pasado se dedicaban a llamar a hacer “bromas” en las líneas de emergencia a las que debían recurrir los enfermos de coronavirus, de los que hacían comunicados fake sobre el pago de los ansiados bonos o de los generales y coroneles de la Policía Nacional que compraron mascarillas truchas y alcohol bamba a cambio de coimas, y que a la larga llevaron al contagio y a la muerte de muchos de sus compañeros.

Las autoridades que han delinquido y se han burlado de los peruanos desde sus cargos, deben ser sancionadas con todo el peso de la ley, pero también aquellos ciudadanos “de a pie” que cometen actos criminales, como esos que trafican con el oxígeno medicinal mientras decenas mueren todos los días sin poder llenar sus pulmones. La justicia los tiene que alcanzar para castigarlos por lucrar a costa de la vida de los demás.