Por estrés acumulado y a sugerencia de mi psicólogo, el famoso Dr. “Pocho” Sakuray, me he venido a España a pasear por Madrid, Barcelona y Valencia, a la par las tres ciudades más grandes e importantes; visitar a familiares y amigos y conversar con cada uno de ellos, alrededor de unos buenos vinos y mejores paellas.
Ver y contemplar la modernidad siempre es impactante. A pesar que he venido en anteriores oportunidades, no deja de sorprender el orden, el respeto al peatón, la calidad de los productos, la puntualidad y sobre todo la preocupación y responsabilidad del Estado por el ciudadano.
Caminar por las calles de Barcelona, sin rumbo fijo, sin celular que suene y sin mayor responsabilidad que buscar un lugar donde sentarme a comer algo, es relajante.
Apreciar los medios de transporte como los buses de última generación, que dejan y recogen pasajeros con mucha educación, es algo que no se ve en nuestro país, donde abundan las combis y mototaxis.
Viajar por el tren rápido conocido como AVE (Alta velocidad) es realmente impresionante cuando llegas a los 300 km/h casi sin darte cuenta.
Reflexionando con amigos peruanos en Valencia, decíamos: ¿Cuándo nuestro país será moderno? ¿Cuándo tendremos un tren rápido que una todas las ciudades de la costa?
Y la respuesta era casi en coro: Cuando tengamos un país que atraiga inversiones importantes, porque un privado no lo va a hacer nunca.
PPK, tiene usted la palabra.