El Congreso que tenemos, sin duda el peor de los últimos 20 años, le ha hecho un gran favor al presidente Martín Vizcarra, quien ayer por la mañana ha sabido aprovechar las metidas de pata, las corruptelas, las sinvergüencerías y las criolladas de los legisladores, para presentarse ante los ojos de los peruanos, una vez más, como el gran abanderado de la lucha contra la corrupción y de las reformas que se deberían hacer para acabar con las malas artes de la política.

Ahora, en tiempos de pandemia con miles de infectados colmando hospitales y con diez mil muertos según reporte oficial y con cerca de 30 mil a juzgar por un conteo más certero, tenemos al presidente Vizcarra hablando con el dedo levantado, de pie al frente de una lucha contra el Congreso lleno gente cuestionada, con lo que quizá busque distraer la atención de la tragedia en que nos encontramos desde que el COVID-19 llegó a nuestro país en marzo último.

Y si analizamos un poco más allá, vemos que los impresentables del Congreso no solo harán que por unos días los contagiados y los muertos por la epidemia pasen a un segundo plano al igual que la crisis económica en que nos encontramos, sino también los serios cuestionamientos que pesan sobre la secretaria general de la Presidencia de la República, Mirian Morales, cuya situación está en manos del Ministerio Público, la Contraloría y el propio Poder Legislativo.

El presidente Vizcarra se ha referido ayer a la lucha contra corrupción y las malas artes que se ocultan en el Congreso. Nadie puede estar en contra de eso, pero quien nos habla de esos asuntos críticos ha tenido a su lado a un premier como César Villanueva que está embarrado hasta el cuello en el caso Lava Jato, y ha visto caer a varios ministros, incluso sin Poder Legislativo en funciones, por señalamientos muy serios, como los que se formularon en su momento contra Edmer Trujillo.

Los peruanos tienen derecho a ser escépticos sobre “la lucha contra la corrupción” que el presidente Vizcarra afirma haber emprendido, cuando en el propio Poder Ejecutivo hay mucho por explicar. ¿O ya olvidamos, por citar solo dos ejemplos recientes, a Richard “Swing” y las corruptelas en el Ministerio del Interior y la Policía Nacional? Las alarmas no están encendidas solo en la Plaza Bolívar, sino también en la Plaza de Armas.