Luego del maratónico Mensaje a la Nación de 28 de julio, cabe analizar el momento actual del Gobierno, del país y del escenario político. Pese a la decisión del Ministerio Público de denunciar a Dina Boluarte por homicidio por las muertes durante las protestas sociales y tras el Caso Rolex, el Gobierno parece haber encontrado una meseta de equilibrio con altas dosis de oxígeno como para dedicarse a gobernar. Ese parecería haber sido el mensaje de las 5 horas de discurso. Dejar la sensación de que no se está en piloto automático y que hay un esfuerzo -aunque suene insuficiente- por avanzar en algo con las demandas pendientes. La elección de Eduardo Salhuana en la presidencia del Congreso (el integrante de APP, el mayor socio político de Dina), el alineamiento de un grupo de bancadas con el régimen, los crecimientos arriba del 5% de abril y mayo y la superada fase de escándalos joyísticos han animado a Boluarte a ir un paso más allá, confiada en que la palabra vacancia se esfumó en el horizonte y que las investigaciones fiscales solo podrán alcanzarla algunos años después de julio de 2026. ¿Es eso positivo para el país? Sin duda, como lo es también, en igual magnitud, que la presidenta haya entendido que la ruta correcta no pasa por las ideas nefastas que enarboló en la campaña de Perú Libre sino por la generación de confianza para las inversiones, la adjudicación de obras de envergadura y el ofrecimiento de que Tía María será una realidad a pesar de los “sectores ideologizados” que buscan sabotearla. Por ahora -y hasta nuevo aviso-, el flanco más débil del régimen se llama Vladimir Cerrón y los indicios de protección de las altas esferas, pero aun así el camino parece propicio, incluso, para una captura que la lleve a asumir los pasivos que ello implicaría. Dina tiene dos años para reemplazar la idea de que es el mal menor por la de que no todo el quinquenio estuvo perdido.
MENSAJE Y OXÍGENO, columna de Francisco Cohello Puente
Editor general de Correo