Difícil de entender lo que pasó por la cabeza de los electores de la región La Libertad y de su capital, Trujillo, que hace menos de un año eligieron como su gobernador a un personaje como César Acuña, dueño de un partido plagado de delincuentes e impresentables, y como alcalde provincial a Arturo Fernández, quien ayer se salvó de ser vacado pese a tener una condena en su contra y luego de deplorables escándalos que muestran muy bien la calaña de este sujeto.
Se viene un fenómeno El Niño y Acuña solo hace noticia por su falta de ejecución presupuestal, por rodearse de funcionarios que no dan la batalla y, en las últimas horas, por la estatua que le han levantado en el campus de su universidad, la cual acaba de ser retirada luego de hacerse público tremendo papelón y el ridículo que pinta de cuerpo entero el nivel de vanidad y de lejanía de la realidad en que vive quien es una autoridad pública.
La región puede sufrir, como tantas otras veces en el pasado, los estragos de la furia de la naturaleza, pero el caballero célebre por la frase “plata como cancha” anda en otra galaxia sin trabajar como lo exige el cargo, y cada cierto tiempo saliendo a Europa de vacaciones. Mientras tanto, su vecino de la Plaza de Armas, Fernández, un malcriado y misógino que ha sido enviado a terapia sicológica por el Poder Judicial, no ha hecho gestión por andar empeñado en salvarse de la vacancia.
Qué obra de prevención puede haber hecho este sujeto que solo sabe aparecer en sus redes sociales insultando a quien se le pone al frente. Ni magistradas del Poder Judicial se han salvado de sus arrebatos verbales que dejan en claro que el caballero no está en condiciones de desempeñar el cargo. Eso pasa por votar por cualquier loquito y payaso como este, que hizo campaña basado en el huaco erótico gigante que puso en el distrito de Moche, donde fue alcalde.
Inexplicable que una región tal próspera gracias a la minería, el turismo y la agroexportación, pero a la vez con problemas tan serios como el de la violencia y su vulnerabilidad ante fenómenos naturales, se haya disparado a los pies votando por Acuña, quien para colmo soñaba con ser presidente del Perú, y por Fernández. Lamentablemente, la magnitud de su error en las urnas la verán cuando los ríos y las quebradas se desborden y no haya obras que lo impidan.