México no es solo rancheras, mariachis, tacos, el Zócalo, Cancún y todo su legado azteca. No. Es mucho más que eso. Es el país de Octavio Paz, Carlos Fuentes, Pedro Infante, “Cantinflas”, “El Chavo del 8″, Hugo Sánchez, Chavela Vargas, Thalía, Carlos Slim y, por si fuera poco, cobija la universalidad religiosa de la Virgen de Guadalupe, (válgame Dios).

Sí, también, hay que decirlo, es el suelo donde se adora -sincretismo de por medio- a la Santa Muerte, predomina a sus anchas el Cártel de Sinaloa del “Chapo” Guzmán y se le rinde pleitesía abierta a Jesús Malverde, el “santo de los narcos”, cuya capilla se levanta en el centro de Culiacán y las 24 horas del día recibe homenajes de bandas gruperas en agradecimiento a un buen pase de droga.

Este México, lindo y querido, no merece tener como su presidente a Andrés Manuel López Obrador, un político izquierdoso impertinente que huachafamente se hace llamar AMLO a manera de careta política. Es cierto, como apuntó Joseph de Maistre, que cada pueblo o nación tiene el gobierno que se merece, no obstante, guardamos tanta devoción por este país que lo quisiéramos exento de un caimán del mismo pozo que Pedro Castillo.

No contento con llevarse a Lilia Paredes, la supuesta coordinadora de una organización criminal, y arroparla con diversas gollerías, se raja distorsionando la realidad en el Perú cuando es menester que meta las narices en los problemas que agobian a los Estados Unidos Mexicanos. “No debe haber racismo, no debe haber clasismo”, alega siguiéndole el hilo a la victimización que practica el aprendiz de golpista. Ya lo dijo “Cantinflas” precisamente: “¡Ahí está el detalle! Que no es lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario”.


TAGS RELACIONADOS