El Perú cumple hoy 200 años de vida independiente y soberana. Fue un día sábado de 1821 en que don José de San Martín la proclamó, aunque el primer grito lo hizo el 27 de noviembre de 1820 en el histórico balcón de la ciudad de Huaura, donde instaló su cuartel general, a pocos meses de ingresar en la capital. Con una rica y milenaria historia, la peruanidad fue una consecuencia del sincretismo precolombino y español, teniendo al mestizaje como la mayor expresión de la futura nación peruana.
A lo largo de estos dos siglos hemos vivido momentos de sobresalto y de tranquilidad, en que militares y civiles tuvieron a su turno, la oportunidad de dirigir los destinos de la patria. Hemos tenido una clase política, en general dominada por el caudillismo y ausente del enorme derrotero de emprender el desarrollo nacional. Nuestros políticos, burocracias e intelectuales, en gran parte vivieron solo para su tiempo y sin perspectiva, sumergidos entre rótulos y etiquetas como los imputó J.C. Mariátegui.
Soportamos conflictos internos de impacto: la crisis del Directorio (1842), el levantamiento de los hermanos Gutiérrez (1872) o el año de la barbarie (1932) o guerras externas: con Chile (1879), y con Ecuador (1941, 1981 y 1995). Sentimos los estragos y las frustraciones de negociaciones sin carácter que nos hicieron perder territorio -hoy contamos 1/3 de la superficie peruana en 1821-, pero aún con todo eso la república jamás doblegó ni sucumbió por eso no somos un Estado fallido.
No invertimos en acrecentar el ego nacional luego de la derrota que nos produjo la guerra de 1879. Fue una imperdonable desidia como muchas otras de nuestra mayoritaria clase política, capaz de morir por mantener el confort y el statu quo. En ese largo tiempo, el Estado peruano fue asaltado por corruptos, mediocres y oportunistas, y por el conformismo y el “así nomás”. Mirando el inicio de nuestra tercera centuria y de un nuevo gobierno en medio de una pandemia, sin prejuicios y lleno de buena fe, alzo la voz para exclamar que nuestra amada patria no caiga en manos de irresponsables, radicales y aventureros. No lo merecemos. Los buenos peruanos no lo vamos a permitir.