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Mientras la clase política sigue enfrascada en una polémica infructuosa por la designación de Salvador del Solar como presidente del Consejo de Ministros y las disputas entre el titular del Congreso, Daniel Salaverry, y la bancada fujimorista, en el Perú profundo los desastres naturales continúan asolando a la población.

“Necesitamos ayuda inmediata para rehabilitar vías y ayudar a la población”, pidió el alcalde de Concepción, región Junín, Benjamín de la Cruz, luego de los huaicos y derrumbes en el distrito Mariscal Castilla, que han aislado a los pobladores. De esa zona salen productos como papa, zapallo y alcachofa. Ante este panorama, los productores agrícolas están desesperados. Nadie les hace caso.

En tanto, en Lircay, región Huancavelica, la furia de la naturaleza produjo desprendimientos de rocas de los cerros. Una de ellas cayó sobre una casa y aplastó a dos niños, que murieron instantáneamente. Además, un hospital y viviendas quedaron seriamente dañados.

En Huánuco, al menos hay once desparecidos luego de la caída de 14 huaicos en el paraje de Carpish, mientras continúa la odisea para trasladarse hacia Tingo María.

Desde el centro del país, las pugnas políticas parecen recriminatorias sin sentido e inútiles. Ante estas emergencias, ese mar de pugnas y contradicciones solo paraliza el desarrollo del país. Si bien es cierto que a estas alturas no sorprende el oportunismo galopante de algunos políticos, el peligro es que la gente incremente su hastío por la clase política tradicional y preste oídos a radicales que pueden hacer desbarrancar el sistema.

El nuevo jefe de gabinete tiene la gran responsabilidad de recuperar la confianza en el Gobierno, pero también cumplir su palabra de tender puentes y que su gestión no sea solo una nueva etapa del Ejecutivo.