Los peruanos jamás debemos olvidar los nombres y rostros de los ministros que pese a que el fango de la corrupción cubre hasta el mentón al presidente Pedro Castillo, no solo siguen en sus puestos avalando al mandatario con su sola presencia, sino que además salen a defender a un personaje al que la Fiscalía de la Nación atribuye con sólidas evidencias la condición de cabecilla de una banda dedicada a levantarse todo lo que encuentre a su paso desde el primer día en que llegó al poder.
En realidad, del premier Aníbal Torres y de personajes como Félix Chero y Alejandro Salas no se puede esperar mucho. Ya tienen un “lugar” en la historia del Perú. Pero llama la atención que del resto, ni siquiera uno, al menos uno, sea capaz de presentar su renuncia irrevocable para no seguir siendo parte de un gobierno que según el Ministerio Público, opera como una mafia que hasta apaga cámaras y bota celulares al mar para desaparecer evidencias de actos ilícitos.
Habría que preguntar a los miembros del gabinete qué sienten al ser “estrellas” de una administración en que un ministro pide su “alita” como parte de una coima, en que se tramita ante una dictadura impresentable como la de Venezuela, asilo para los socios y parientes caídos en desgracia, o en la que se nombra a un comandante general de la Policía Nacional con la condición de que no cumpla con su trabajo de poner tras las rejas a gente del entorno presidencial que se encuentra corrida de la justicia.
Lo único que se ha visto hasta hoy es que ministros como el de Justicia y Derechos Humanos, Félix Chero, y su colega de Mujer y Poblaciones Vulnerables, Claudia Dávila, han expectorado a presuntos integrantes de la mafia palaciega a los que habían dado empleo en sus sectores a pesar de los graves cuestionamientos que ya había en contra de ellos. La ministra había defendido el puesto de trabajo dado a Beder Camacho alegando que no tenía condena en su contra. Hoy tampoco la tiene, pero ya lo echó. ¿Qué cambio? Nadie sabe.
Si Castillo se mantiene en el poder, más allá de que no haya votos en el Congreso para vacarlo, es porque siempre es posible encontrar gente que acepte ministerios a pesar de tratarse de un gobierno en clara descomposición que está llevando al país al despeñadero. Nunca debemos olvidar quiénes son, para que más tarde no nos vengan a decir que no sabían nada, que creyeron en el presidente que les juró y rejuró que era inocente, o que aceptaron el cargo “para servir al país”.