Vivimos los peores momentos con más de 200 muertos diarios por falta de hospitales, de oxígeno, de camas UCI. Asistimos al dolor de una población desesperada y desamparada a la que solo le queda aceptar con rabia la muerte de sus familiares y amigos más queridos. Todo esto tiene responsables. La segunda ola estaba anunciada con una severidad tal que no pudieron enfrentar ni los países de Europa central con mejores sistemas de salud y más riqueza. Martín Vizcarra, que para desgracia nacional, estaba en el gobierno con su gabinete de incapaces, no quiso ampliar hospitales con camas UCI ni comprar plantas de oxígeno a sabiendas que sin ellas miles de peruanos morirían por la malignidad del virus. Mientras daba peroratas con falsas promesas y mentiras, detrás de ellas estaban su indolencia, pasividad y falta de voluntad para salvar vidas. Nunca le importó lo que vendría cuando faltaría lo indispensable. Genocidio doloso, con voluntad y omisiones flagrantes, su crimen es de lesa humanidad que deberá enfrentar penalmente y ser castigado. Su absoluta falta de moral y de ética no quedó ahí, tampoco quiso comprar las vacunas y sin ellas los peruanos siguen muriendo librados a su suerte. Y la cereza de la torta ha sido enterarnos -por la prensa honesta- que este deshonesto gobernante se puso a buen recaudo de la tragedia que él mismo incubó y se vacunó aprovechando su cargo. Y compartió con su esposa esta conducta inmoral. Sabía que muchos morirían pero él no. Y ahora pretende que fue un gesto de valentía en favor de los peruanos. Cree que el pueblo puede ser ofendido impunemente, que no entenderá su delito. Y el JNE le permite ser candidato a través de un fraude orquestado y denunciado. Pero la indecencia tiene un límite y hasta su prensa cómplice ahora enjuicia su impudicia. Que Sagasti se dé por enterado y deje de encubrirlo.