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Hay casos de violencia tan nauseabundos que hacen que uno se pregunte cómo alguien en su sano juicio es capaz de ejecutar semejante cosa. ¿Puede estar libre de trastornos mentales un hombre que decide prender en llamas a una mujer en un bus para darle una lección “moral”?

El brutal ataque contra Eyvi Ágreda puso en agenda un importante debate: la salud mental en el Perú. Muchos atribuyeron la agresión a un tema de salud mental.

Rápidamente, la Asociación de Psiquiatría Peruana rechazó tajantemente este afán por explicar la violencia a través de la problemática de la salud mental.

Y es que, efectivamente, son tan solo una ínfima minoría las personas que sufren de trastornos mentales que actúan violentamente. La violencia, como bien explicó el presidente del gremio psiquiátrico, se explica por factores históricos, sociales, económicos y educacionales.

Otro mito que destapó la discusión fue la creencia de que, en caso a un delincuente se le diagnostique un trastorno mental, este puede salvarse de ir a prisión. Falso. La inimputabilidad por trastorno mental se permite únicamente cuando quien comete el acto no tiene la capacidad de ser consciente de sus acciones (lo cual únicamente ocurre en casos de esquizofrenia en fase aguda y psicosis). Es decir, uno puede tener una larga lista de trastornos mentales, pero si no es uno de los mencionados previamente, irá a prisión en caso cometa un delito.

Lo cierto es que la salud mental en el país está desatendida. Existen solamente 800 psiquiatras en todo el Perú y alrededor del 20% de peruanos sufrirá de algún problema de salud mental a lo largo de su vida. Y estos mitos y tabúes no harán más que poner trabas a cualquier intento de avance.