El Gobierno está en su mejor momento por su ascenso en las encuestas y una gran obra por cumplir que lo puede llevar a pasar a la historia como el gobierno de la gran reconstrucción. Pero también está en su peor momento, con un ministro cerca de la guillotina, la confrontación exacerbada con la mayoría parlamentaria y severas divisiones y pugnas internas en su partido, con un gabinete de tecnócratas que no saben hacer política -a excepción de Jorge Nieto- y que se aleja de la gente en lugar de acercarse.

Es evidente que el ministro que más trabajó políticamente durante la emergencia, haciendo realidad el concepto de unidad pueblo-FF.AA., fue Jorge Nieto. Sin desmerecer los esfuerzos de otros que también se desplazaron a lidiar con el fango. Pero el gabinete que presume, erróneamente, de técnico alberga y exhibe envidias lamentables. 

Por eso el ministro de defensa está bajo fuego pagando el haber sido voceado como premier para el recambio. La confrontación con el fujimorismo es más grave. Provocarlos cuando tienen sensible sangre en el ojo es peligroso, ningunearlos o estafarlos es peor todavía. PPK sabe que debe gobernar con ellos, como hasta ahora, aunque ya es tiempo de mayores consistencias, de tender puentes realistas y no estar jugando al incendiario y al bombero al mismo tiempo. Le toca cambiar gabinete que ojalá sea de ancha base, con gente propia y prestada que le pueda servir para esta etapa difícil de desafíos que no son bromas. Que ubique ministros hábiles en la política y en la transparencia. No es momento para pugnas ni suspicacias, menos para confrontaciones. 

La clase política está ante un despeñadero que todavía puede sortear si demuestra un mínimo de racionalidad y un máximo de responsabilidad. Diálogo y acuerdos para que todos ganemos, terquedad, soberbia, incapacidad e intereses propios para que todos perdamos. ¡A escoger!