Los peruanos que creemos en la democracia tenemos que estar muy atentos a las acciones que tome Pedro Castillo, un presidente desesperado que en los últimos días ha sido capaz de promover una marcha que terminó con actos de violencia contra la Policía, para al día siguiente convocar en Palacio de Gobierno a un grupo de dirigentes de un distrito de Lima que no hacían más que aplaudir un eventual cierre del Congreso y la puesta en vigencia de una nueva Constitución.

Desde que se han conocido sus nexos con la corrupción, más allá de la ineptitud de la gestión de gobierno plagada de parientes, paisanos, impresentables, envarados y buenos para nada, el mandatario no ha hecho más que cobijarse en grupos de incondicionales como prefectos, subprefectos, reservistas, ronderos, sindicatos y demás grupos –algunos violentos– que con toda seguridad pasarán a ser críticos cuando se den cuenta que han sido engañados.

A la complicada situación del presidente en el Ministerio Público, se suma la luz verde que ha recibido ayer en la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales la denuncia por traición a la patria contra el mandatario, la cual podría seguir su curso. En suma, Castillo está contra las cuerdas y tranquilo no se va a quedar. Recordemos que el hombre es un agitador profesional que más cree en la “fuerza” de las marchas y turbas, que en la legalidad y la institucionalidad.

En los próximos días llegará una Misión de la OEA que si es objetiva y no como se espera, podrá ver que el gobierno de Castillo es un desastre en todo sentido. Ni la victimización del presidente ni el floro barato de ministros como Alejandro Salas y Félix Chero podrán sacar cara por esta administración. Eso no hará más que profundizar su soledad, claro, repito, si es que el organismo multilateral hace una lectura real de lo que aquí sucede.

Dicho esto, cuidado con que el amparo del “clamor del pueblo”, el desesperado presidente, su desbocado premier y sus ayayeros e incondicionales, cometan alguna torpeza contra la democracia. Quizá no puedan sacar los tanques y las tropas, pero por qué no pensar en movilizar gente violenta, esa a la que las tiranías suelen llamar “espontáneos”. El jueves último la convocatoria llamada “la toma de Lima” fue un fracaso. Sin embargo, más adelante podría no serlo.

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