¿Muerto el perro, se acabó la rabia? La ideología sanguinaria del Movadef, la fachada de Sendero Luminoso (SL), tendría que acabar como su cabecilla Abimael Guzmán. No más pedidos de amnistía para terroristas asesinos, sino que paguen su condena en prisión. Y es motivo oportuno para que los colegios impartan un capítulo aparte de lo que significó el terrorismo en el país.
He acabado la secundaria en 1995 en un colegio privado, tres años después de la captura de Guzmán, y la información recibida de este acontecimiento nacional fue simplificada a minutos de clase. No hubo más que eso, unas palabras de lo que era MRTA y SL, tal vez por temor a los remanentes senderistas que todavía copaban parte del magisterio nacional.
Algunos años atrás, supe que aún los centros educativos no incluyen información detallada de lo concerniente al terrorismo. Algunos lo hacen por cumplir, como tabú, más que persuadir. Les cuentan los inicios de la subversión, como si fuera una hazaña revolucionaria ante la brecha de desigualdad económica social, lo cual es falso. Nada sustenta los crímenes senderistas.
El Estado es responsable de esta crisis de desinformación. Ya como periodista, por ejemplo, en el Gobierno Regional de La Libertad recibieron con honores a la madre del cabecilla emerretista Víctor Polay Campos. Años después, esta misma institución rindió homenaje a lo que fue el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Ambos gobernadores eran de las filas del extinto partido aprista.
Así como se condena los crímenes de algunos miembros de las Fuerzas Armadas durante el terrorismo, corrompidos por los gobiernos de turno, acabemos con la tergiversación sobre la subversión. Los colegiales merecen conocer la historia para no volver a repetirla.