Hace poco el presidente Pedro Castillo hizo un llamado a los partidos políticos y a la sociedad civil con el objetivo de armar un Gabinete de ancha base. Como nadie hizo caso, parece que no le quedó más remedio que mantener a Aníbal Torres.

El jefe de Estado transmitió su desazón en su discurso en Junín porque no le “tendieron la mano”. Sin embargo, en vez de lamentarse debe ser consciente de su nula capacidad para articular un plan. Además que no está dotado para el liderazgo. Los especialistas sostienen que para llevar adelante una idea y persuadir hasta sus rivales que lo acompañen en esa tarea hay que ser un maestro de la imagen y “tener un talento para el teatro político no solo con discursos sino también con gestos”. Tenían esas cualidades, por ejemplo, Fernando Belaunde o Alan García.

A nivel internacional, uno de los más extraordinarios políticos fue el sudafricano Nelson Mandela, quien ganó las elecciones en 1994 luego de estar 27 años encarcelado. La historia cuenta que luego del triunfo, el Congreso Nacional Africano se reunió para debatir sobre el nuevo el himno nacional. El Die stem impuesto por los que que instauraron el apartheid era rechazado por la mayoría porque celebraba el triunfo de los extranjeros contra los indígenas. El himno de la Sudáfrica negra era Nkosi Sikelele (Dios bendiga a Africa). Todos aprobaron que este sea el himno hasta que Mandela se paró y dijo: “Esta canción que quieren descartar con tanta facilidad contiene las emociones de mucha gente. De un plumazo quieren destruir la base, la única base sobre la que podemos construir el país: la reconciliación”. Desde esa vez Sudáfrica tiene dos himnos.

Este es un ejemplo de lo que puede hacer un líder para unir a un país. Dejar de lado odios para luego tender la mano, algo que nunca hizo Pedro Castillo.

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