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Otra vez ha corrido el rumor de una invasión militar estadounidense en Venezuela. Solo debe quedar en rumor, porque en el siglo XXI los Estados no solamente cada vez son más conscientes del principio de soberanía de los Estados y de su intangibilidad jurídico-territorial, sino que su violación produce, ipso iure -es decir, de pleno derecho-, responsabilidad internacional, una categoría de imputación jurídico-política propia del mundo actual. Lo voy a explicar. El dominio por medio de las invasiones -por ejemplo, las invasiones bárbaras luego de la caída del Imperio romano de Occidente en el 476 d.C.-, caracterizó al mundo por cerca de 2 mil años y, en ese largo tiempo de la historia de la humanidad, los Estados, que en realidad no tenían la consistencia y la solidez jurídica de la que hoy gozan -derivadas de la Paz de Westfalia de 1648 que puso fin a la Guerra de los Treinta Años-, no conocían de la inviolabilidad de las fronteras, no intervención, no agresión, etc. Tuvieron que suceder las nefastas primera y segunda guerras mundiales (1914-1919 y 1939-1945, respectivamente) para que los Estados fueran conscientes de las consecuencias del capricho de cruzar las fronteras de otros Estado sin su consentimiento. Por hacerlo, aunque sea por pocos metros cuadrados, los Estados se enfrentaron con enormes pérdidas de vidas humanas. Hoy, entonces, la invasión está proscrita del derecho internacional y llevarla adelante, como ha sucedido últimamente con la anexión de la península ucraniana de Crimea (2014) por los ejércitos de Rusia, supone el rechazo de la comunidad internacional que se expresa en gran medida a través de sanciones económicas. Venezuela no es un atolón. No. Es un Estado en el continente y el militarismo chavista de Maduro no se impone ni defiende con flechas. Washington puede hacerlo incluso al margen de la ONU porque tiene poder militar, pero no debe. No solo anarquizaría al derecho internacional, creando un gravísimo precedente, sino que sería sangriento con enormes pérdidas de vidas. Lo hizo en Panamá para llevarse preso a Manuel A. Noriega acusado de narcotráfico, pero el problema de Venezuela es otro muy distinto. 

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