Apenas se conoció el contenido de las supuestas agendas de Nadine Heredia, que fue documentado por Panorama en horas de la noche del domingo, la esposa del presidente Ollanta Humala salió a afirmar que las libretas sí eran suyas, pero que la parte que corresponde a las millonarias y comprometedoras cifras -sí, justo ese punto- había sido fraguada.

Si la Primera Dama ha dicho eso, debería explicar por qué el 22 de julio último, cuando la periodista Rosa María Palacios le preguntó a través de su página web si era verdad ese rumor que corría por calles y plazas de Lima desde hacía meses, con respecto a la supuesta pérdida de una o más agendas con apuntes comprometedores, ella respondió textualmente y de forma muy contundente: “Tengo todas mis libretas”.

La señora Heredia también debería decir por qué cuando hace dos semanas recibió en sus manos un pedido para que dé su versión o descargo periodístico sobre la veracidad del contenido de las agendas, se quedó callada y recién esperó al domingo último para hacer una defensa débil que hasta ahora solo sirve para sembrar más dudas entre los peruanos.

Lo cierto es que lo único que cabe acá es una pericia grafotécnica oficial para saber si es cierto o no lo que afirma la señora Heredia, quien, si dice la verdad, tendría la oportunidad de oro para dejar en ridículo y cerrarle la boca a los medios de comunicación y a los políticos que dudan de su honorabilidad y limpieza.

Pero claro, ello solo podrá ser posible si realmente todo lo que vemos desde el domingo es “trucho” y no una muestra más de corrupción en nuestra política.

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