Solo un espectáculo es más patético que el del amor en su manifestación más boba, cursi y feliz; y es el de la negación del mismo cuando la resaca de la pasión todavía nos estremece con sus rezagos nefastos y recurrentes.

Uno no deja de amar de la noche a la mañana, y menos cuando se trata de fútbol. Ya que este es un amor casi innato, forjado en las etapas más intensas de nuestro desarrollo, es el amor que uno elige, en el que cree e insiste. Es el amor eterno, el primero, el de siempre.

José “Chemo” Del Solar ha intentado por todos los medios dejarnos claro que por la “U” ya no siente nada, que no le mueve un pelo. Lo dice con tanta insistencia que cuesta creerlo. Es difícil entenderlo. Por un lado, surge la explicación facilista de que “Chemo” acude a este mecanismo para intentar congraciarse con los hinchas de su nuevo equipo, Sporting Cristal. Pero la medida parece extrema y también mal ejecutada si se tiene en cuenta la reacción de los hinchas celestes cuando se confirmó la noticia de su llegada al Rímac.

Algunos hablan de demagogia, pero Del Solar no puede llegar a subestimar a niveles tan descarados la inteligencia mínima del país. Lo suyo es otra cosa. Parece que alguien lo hubiese obligado a callar durante años y de pronto le soltaron la boca. Se muestra como el amante dolido que continúa curando sus heridas y encuentra en la negación extrema un bálsamo engañoso para postergar el dolor.

Ha dicho que no se siente identificado con la “U”, que Cristal es su casa, pero, sobre todo, que los hinchas cremas no lo quieren ni ver. Esta última afirmación permite inducir que la reacción de “Chemo” tiene un origen pasional. Entenderlo quizá sea complejo, pero si hacemos un recuento de su historia con los cremas, nos acercamos a una posible verdad.

“Chemo” volvió de Europa y campeonó dos años con la “U”. Se metió a la tribuna, tocó el bombo; realmente era un hincha. Y cuando le tocó dirigir a Cristal en su primera etapa como técnico, la reacción de los hinchas de la “U” fue extrema, casi injustificada. Fueron años de una relación tirante que jamás recuperó la armonía y que se acrecentó con el saldo irregular de Del Solar como entrenador en Ate. Pero nadie veía más allá, para él debe haber representado una tremenda frustración no alcanzar el éxito desde la banca del equipo que amaba; era, más que un simple trabajo, una pasión, y las pasiones pueden matar.

“Chemo” no actúa como alguien que dejó de querer, sino más bien como alguien que ama tanto que duele.