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El reciente singular suceso en Caracas, durante el desfile por el 81° aniversario de la creación de la Guardia Nacional Bolivariana, en que se vio cómo un par de drones explotaron en el aire mientras Nicolás Maduro pronunciaba un discurso con ese motivo, nos presenta tres escenarios: 1° Que sea una reacción por el asesinato del policía Oscar Pérez, rematado con otros de sus alzados contra el régimen madurista por la acción represiva del Gobierno; 2° Que hayan sido drones destinados a grabar el desfile y explotaron por accidente; y 3° Que sea una completa teatralización de Maduro -sabe hacerla- para volverse a presentar como víctima y de paso mandar una advertencia a las crecientes disidencias militares que aguardan las circunstancias idóneas para llevar adelante un levantamiento militar con resultado victorioso. El comportamiento de Maduro desde que es hombre público, y más todavía desde que se hizo del poder a la muerte de Hugo Chávez por unas elecciones reñidas que terminaron fraudulentas en abril del 2014 para que gane y sea confirmado presidente, nos permite concluir que resulta profundamente creíble el tercer escenario. Maduro sabe que en su país la inmensa mayoría de ciudadanos no quiere saber nada de él ni de la cúpula militar que lo cubre a sus anchas, es decir, que no tiene apoyo popular. Sabe también que al cerrar la Asamblea Nacional legítimamente constituida en elecciones (Dic. de 2015), enseguida convocar a una Asamblea Nacional Constituyente para que dé una nueva Constitución Política a su medida con “legalidad” y “constitucionalidad” para sus caprichos con la idea de perpetuarse en el poder, y convocar a unas escandalosas elecciones presidenciales en el pasado mes de mayo, ha llevado a que muchos seguidores del desaparecido comandante Chávez lo abandonen. Sabe, además, que si Daniel Ortega, que mantiene a Nicaragua ensangrentada, cae, habrá un inevitable efecto dominó donde seguramente la CIA, como lo ha hecho en el pasado con otras dictaduras, apoyaría para que sea defenestrado. Sabiendo todo ello, entonces, tiene miedo de que pueda caer, incluso antes de lo pensado, y por eso ha preparado toda la finta del último sábado.