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Esta semana juramenta otra vez Nicolás Maduro como presidente de Venezuela, tras haber “ganado” una elección fraudulenta, que a su vez contó con el aval de una Asamblea Nacional Constituyente hecha a la medida del tirano, quien ha sumido a su país en una grave crisis política, económica, social y de constantes violaciones a los derechos humanos, lo que ha provocado también una crisis migratoria en la región, que alcanza al Perú.

Hace unos días los cancilleres de los países del Grupo de Lima se reunieron en nuestra capital para expresar que sus gobiernos desconocerán la nueva administración de Maduro, que amenaza prolongarse hasta el 2025. La nota discordarte y lamentable la dio México, pues el nuevo gobierno de Andrés Manuel López Obrador prefirió abstenerse de mostrar una postura crítica ante la dictadura venezolana.

Junto a los países de nuestra región, otros 35 de Europa han manifestado una posición en contra del nuevo mandato chavista, lo que sin duda coloca a Caracas casi en el aislamiento internacional. Lamentablemente, esto afectará aún más al pueblo venezolano, que desde hace muchos años viene sufriendo penurias que incluso le impiden acceder a alimentos básicos y medicinas.

Hace bien el gobierno peruano en mantenerse al frente, a nivel regional, de una postura crítica y de condena al nuevo mandato de Maduro, producto de fraudes electorales y leyes a la medida. Es lo único que cabe hacer en una democracia. La dictadura chavista tiene que acabar, al igual que la que sufre Nicaragua con Daniel Ortega al frente.