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Preocupa y mucho la tan mentada posibilidad corrida por todos los medios de comunicación de América y del mundo entero de que Estados Unidos de América llevaría adelante una invasión del territorio continental de Venezuela. La razón: viene siendo objeto de expresiones por parte de los actores visibles de los Estados de la comunidad panamericana y por el propio secretario general de la Organización de los Estados Americanos, Luis Almagro, que valgan verdades, aunque ya ha realizado una aclaración correctiva a sus primeras declaraciones desde la frontera colombo-venezolana, en las que dejó entrever que como último recurso no se podía descartar una intervención militar en el país llanero. Precisamente por sus aseveraciones, el dictador Nicolás Maduro no ha tenido ningún reparo en tildarlo de “basura” y su canciller Jorge Arreaza lo ha llamado “sicario” y con ellos, la Asamblea Nacional Constituyente -la asamblea impuesta por el propio Maduro a su medida para perpetuarse en el poder-, en la víspera aprobó una declaración llamándolo “indigno”. Tampoco se ha quedado atrás el embajador de Colombia en Washington, Francisco Santos, en declarar en la misma línea de Almagro, aunque rápidamente el propio presidente Duque le haya enmendado la plana señalando que “Colombia no es un país belicista”. Más allá de que es probable que Almagro, curtido de los improperios lanzados por las autoridades y voceros chavistas que no bajará la guardia en sus acciones para lograr el derrocamiento de Maduro, se haya sumado a una estrategia desde la propia Casa Blanca para disuadirlo con una posible incursión militar. Sigo pensando que eso no va a suceder, pues en Venezuela no existe un conflicto armado. Lo cierto es que los insultos van a continuar, porque forman parte de las manifestaciones de la política exterior del régimen chavista y las amenazas de Estados Unidos también, pues este país lo que está buscando en el fondo es promover un hartazgo mayor a partir del evidente desgaste que está sufriendo, se vuelva vulnerable y, finalmente, Maduro sea derrocado pero desde adentro.