A un día que el Congreso decida si le da o no el voto de investidura al gabinete ministerial, las crispaciones políticas van en aumento y todavía no hay señales claras de cómo terminará este nuevo pulso político entre poderes del Estado.

Las nuevas revelaciones sobre unos atestados policiales que vinculan al ministro Iber Maraví con atentados terroristas en Ayacucho, entre los años 1980 y 1981, han generado más inestabilidad en el equipo ministerial encabezado por Guido Bellido, quien está investigado por un presunto caso de apología al terrorismo.

Algunas reacciones de voceros parlamentarios dejaron en claro que no ignorarán esta realidad a la hora de decidir mañana su voto. Son conscientes que no pueden renunciar a sus responsabilidades como fiscalizadores en aras de los intereses del Perú.

Es evidente que este gabinete ministerial es uno de los peores de la historia. Las sombras que caen sobre algunos de sus integrantes por sus supuestas simpatías con grupos terroristas son motivo gravitante para que dejen sus puestos, pero también la improvisación o la deformación profesional o moral de otros es nociva para la buena marcha del gobierno.

En esta coyuntura es casi imposible que los esfuerzos del presidente Pedro Castillo y el gabinete deriven en procesos mayores de integración y unidad. Las principales cualidades de quienes gobiernan deben ser saber escuchar y saber dialogar. Solo así se harán cosas que beneficien a los ciudadanos. Lástima que hasta ahora el Gobierno esté muy lejos de ello.