Si Pedro Castillo se mantiene en pie, a pesar de que reacciona tardíamente frente al problema, exhibe un discurso sin verbo y poco sustantivo y está aliado a los escándalos, algunos de los cuales lo involucran directamente, es –entre otros motivos– porque prácticamente no existe una oposición que aglutine liderazgo tangible para hacerle notar que el Perú no es su chacra a la que puede sembrar de funcionarios mediocres y con antecedentes.

Keiko Fujimori, con tres derrotas consecutivas en su afán de llegar a Palacio, aún preserva simpatías, sin embargo, la animadversión ciudadana igual resulta notoria y, en este momento, solo mueve los hilos de su bancada. Y el resto es silencio: Rafael López Aliaga, George Forsyth y Daniel Urresti, los tres también recientes candidatos presidenciales, buscan como premio consuelo el sillón de la Municipalidad Metropolitana de Lima. O sea, la oposición está acéfala.

Y de esta falta de cortapisas que dificulten al profesor chotano seguir arrastrando el país al descalabro político, económico y de credibilidad, no está exento el Congreso de la República, porque hay bancadas como Acción Popular, APP y el mismo PM que a la hora de la verdad se han sumado a la comparsa de Perú Libre y los disidentes de Perú Democrático para blindar al mandatario. ¿O no han visto a Lescano hablando como Bermejo?

La cereza de la torta la puso la fiscal de la Nación, Zoraida Ávalos, quien dejó chiquito al “Chato” Miguelito Barraza cuando informó que abrió investigación preliminar contra Castillo Terrones por el caso de las reuniones (con gorro) y adjudicaciones millonarias a Karelim López, pero que no lo investigará hasta 2026. La pregunta es: ¿Qué debe hacer el presidente para que lo pongan bajo la lupa?