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Incluso si intentamos no ser malpensados y creemos, de buena fe, que la izquierda peruana no tiene intereses particulares en la continuidad del régimen de Nicolás Maduro, su llamado a la no intervención en los asuntos de Venezuela muestra cómo, una vez más, el pensamiento polarizado y binario se hace presente.

Tanto Nuevo Perú como el Frente Amplio -el segundo, como siempre, más agresivo que el primero- han decidido no sumarse al reconocimiento de Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela, que la mayoría de la comunidad internacional ha respaldado. En ambos casos, la referencia es la misma: la intromisión del gobierno estadounidense en los asuntos internos de Venezuela.

Más allá de si, desde el Derecho Internacional, puede o no justificarse una intervención extranjera en Venezuela (la crisis humanitaria y la ilegitimidad del gobierno no son difíciles de probar), lo cierto es que la izquierda pareciera más preocupada en hacerle frente al gobierno yanqui antes que observar las medidas urgentes que un país en su lecho de muerte necesita.

Bien lo anotaba el experto en Derecho Internacional Alonso Gurmendi en su cuenta en Twitter cuando decía que analizar aisladamente el no reconocimiento de Maduro por parte de Estados Unidos no constituía una imagen fidedigna de lo que estaba ocurriendo. En efecto, la falta de legitimidad del dictador venezolano ha sido reconocida por más de 20 países. Hablamos, pues, de una tendencia en la comunidad internacional que no ha sido guiada ni iniciada por Estados Unidos. No considerar ello es, sin duda, deshonesto.

El hambre y el éxodo de millones de hermanos venezolanos debe importar más -mucho más- que la vieja costumbre de darle la contra al enemigo del norte.