Los debates electorales son fundamentales para confrontar ideas, argumentos, verificar la solidez de posiciones y fundamentación de la variada oferta política; para quienes somos espectadores, es una gran oportunidad para analizar, reflexionar y tomar decisiones no solo sobre lo que se oye, sino también, sobre lo que se puede observar en el comportamiento de los candidatos, la emoción y la pasión que imprimen a sus propuestas. Es un real derecho ciudadano.

Quienes aspiran a recibir la confianza ciudadana para gobernar, deben ser capaces de exponer sus pensamientos con transparencia y claridad en estos foros políticos y democráticos y, también, de dialogar con el adversario en un ejercicio de buena fe, con respeto y argumentos. En nuestro país, los distintos debates de candidatos a diferentes cargos de votación popular, se han convertido casi en una tradición. También, es casi una tradición que quienes se corren de los debates, suelen perder muchos votos y en muchos casos, la propia elección.

En política, los gestos son importantes, pero también lo son la coherencia y la claridad. La idea de los debates es justamente la de fortalecer a los partidos políticos, promover el dialogo y elevar el nivel de confrontación de ideas y propuestas para que los ciudadanos podamos enriquecer nuestra opinión y ejerzamos nuestro derecho a voto con mayores elementos de convicción.

Platón señalaba, hace muchos años atrás, que el comportamiento humano deriva de tres fuentes principales: el deseo, la emoción y el conocimiento y Sócrates remataba, señalando que “cuando el debate está perdido, la calumnia es el arma del perdedor”. No importa en realidad que un político no sepa hablar, lo que importa es comprobar que sepa y pruebe además “saber” de lo que habla. Faltan poco menos de seis semanas para ir a las urnas y definir quién gobernara nuestro país los próximos cinco años.

Es fundamental que los candidatos comprendan que es necesario que los ciudadanos escuchemos sus propuestas en un espacio neutro, conducido por personajes que garanticen tal neutralidad, en el que se les pueda repreguntar y en el que exista la oportunidad de interactuar con el contrincante. Evitar cumplir con este compromiso y esta responsabilidad democrática, solo denotaría debilidad y falta de preparación para con las responsabilidades que se pretende asumir.

A estas alturas del calendario electoral, el retar a un contrincante a un debate, exigir e imponer el lugar, día y hora, y luego recular, solo denota un pésimo cálculo político, improvisación, temor y una gran irresponsabilidad. Los peruanos, tomamos nota, nos jugamos en esta elección la democracia y la libertad.

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