Todos enfocados en ayudar, cada uno a su manera y en la medida de sus posibilidades; una encomiable muestra de solidaridad nunca antes vista.

En la medida en que los medios dejan de cubrir las precarias condiciones actuales de las poblaciones afectadas (pasada la emergencia), los que no hemos sido afectados nos olvidamos rápidamente de las necesidades de estos compatriotas, y por ende nos olvidamos también de continuar colaborando.

La acertada elección de Pablo de la Flor como encargado de esta reconstrucción es una buena noticia, que ha sido recibida con gran beneplácito por la mayoría de los sectores políticos. La tarea para el señor De la Flor no será fácil. Pese a que el presupuesto asignado por el Gobierno es alto, es posible que sea insuficiente. Si a esto le sumamos que necesariamente tendrá que trabajar en coordinación con los gobiernos regionales y locales, es evidente que el esfuerzo para lograr ser eficaz y eficiente será muy alto.

Sin embargo, en mi opinión, existe una labor adicional importante para el Gobierno: es imprescindible que se comunique de manera clara, contundente y continua los avances que se van teniendo en la reconstrucción. De ello dependerá en parte la aprobación presidencial, la misma que se fortaleció a raíz del acertado despliegue del Ejecutivo durante la contingencia climática que nos tocó vivir. El reto comunicacional no es menor. Lograr comunicar la reconstrucción de puentes, la habilitación de carreteras y la construcción de viviendas es mucho menos mediático o noticioso que ver cómo estas estructuras quedan destruidas en cuestión de segundos. Si esta estrategia de comunicación falla, es posible que la aprobación presidencial caiga -rápidamente-, como ha comenzado a suceder en el norte, según lo revela la última encuesta de Datum, donde la aprobación presidencial a partir de la última medición bajó de 41% a 29% puntos. Pero no es importante mantener informada a la población solo para lograr réditos políticos, sino para que el ciudadano de a pie tenga claro que si bien la emergencia terminó, los desastres generados permanecen y es indispensable que no únicamente el Gobierno sino las personas y las empresas sigan sumándose a esta tarea, con donaciones, voluntariados o con asociaciones público-privadas.

Los peruanos hemos demostrado ser solidarios, pero también debemos reconocer que somos un pueblo de memoria de muy corto plazo, que olvida muy rápido (basta recordar las muchas autoridades con gestiones desastrosas que han sido reelegidas en más de una ocasión). En esta oportunidad, no podemos ni debemos olvidar hasta lograr la tan necesaria reconstrucción total.