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¿Esperarían siete años para reconstruir una casa? Tal vez, siempre y cuando valga la pena y tenga una alternativa donde esperar el final. No pasa lo mismo con la reconstrucción. El contralor general Nelson Shack ha llegado a Trujillo para sentarnos en la realidad. Las obras posiblemente acaben el 2024. Todo hace indicar que será para todo el norte.

El 2017, cuando El Niño Costero nos hizo ver como palitroques de paja, las autoridades de turno nos dijeron que, en unos tres años, siendo exagerados, tendríamos la casa que merecíamos. Una ciudad donde podamos vivir tranquilos, lejos de la agonía de la incertidumbre de cada lluvioso verano.

En un primer momento, fuimos escépticos por la manera en que el entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski diseñó la Autoridad para la Reconstrucción con Cambios (ARCC). Puso a un banquero como Pablo de la Flor para agilizar los procesos burocráticos. Era como nadar estilo mariposa en el fango de la mediocridad regional. Fracasó.

Edgard Quispe y Nelson Chui pasaron sin pena ni gloria. En verdad, durante todo este tiempo nos han estado meciendo. Que faltan expedientes, que no hay dinero, que muchas trabas, y tanta tontería y media que nos hace preguntarnos una vez más: ¿qué se necesita para destrabar las obras de la reconstrucción?

En Piura, por ejemplo, los barrios más afectados han bloqueado carreteras para llamar la atención del Gobierno. Los estudiosos pueden hacer tomos de cómo el Estado es el peor enemigo del Estado. Si se tiene el monopolio de las obras, ¿por qué no simplificar los procesos a fin de que esto camine en serio?

Solo nos queda rezar para que El Niño no vuelva a nacer en este periodo, que las lluvias no retornen con su descontrolada furia y que los huaicos se congelen en el camino. Si en la ciudad estamos preocupados, perdidos, ni me quiero imaginar cómo están aquellas familias que siguen estirándole la mano al Ejecutivo.