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En Chimbote, el policía Luis Alberto Solom Bocanegra ha sido condenado a 6 años de prisión efectiva por haber pedido una coima de 10 soles a un chofer. En Lima, el músico Edu Saettone acabó con la vida de una mujer en un accidente de tránsito y quedó con libertad condicional. ¿Cuál es el criterio de los jueces?

Para el primer caso, se comprobó que un conductor se pasó la luz roja y el agente, en vez de aplicar la multa, le propuso un cariño en soles. Lo que no sabía era que una cámara de seguridad estaba grabando su delito, una prueba irrefutable y contundente que el fiscal presentó ante el juez como parte de su trabajo.

En el segundo caso, está probado que el músico hizo una maniobra en su vehículo, según su versión, para no colisionar con otro y terminó matando a una madre de familia. El fiscal pidió prisión y los jueces, en un vaivén de resoluciones, acaban de concluir, entre otras cosas, que la cárcel no es un buen lugar para readaptarse.

La justicia en estos procesos no sería que ambos denunciados pasen a la cárcel y curen allí sus heridas emocionales, sino buscar una sentencia que sirva para una real rehabilitación. De eso se trata, de tener juicios más humanos y menos carceleros. Entonces, no hay una unificación de criterios en la orden judicial.

Aquí no estamos hablando de extorsionadores, sicarios ni violadores, menos de integrantes de bandas de ladrones, sino de dos personas cuya condena puede ser más perjudicial que rehabilitadora. Sin embargo, para nuestra justicia, un policía que pide una coima de 10 soles debe ir a la reja y a una persona que acaba con la vida de otra le corresponde la calle.

No quiero juzgar la labor de los fiscales, sino el criterio de los jueces. Mientras los primeros, por su chamba, buscan la ejecución de una pena valiéndose de los topes del Código Penal, a los segundos les falta sesos para evaluar si una persona merece o no ir a la cárcel. Viendo ambos casos, nuestra justicia da pena.