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Uno. El pacto socialdemócrata que logró conservar el gobierno de España desde la caída de Aznar se enfrenta ahora al surgimiento de una derecha sin complejos (Vox) que debilita el espacio de centro-derecha que durante décadas estuvo representado por el Partido Popular. El surgimiento de Vox ha sido un proceso lento pero constante. La creciente intervención del Estado, la creación artificial de una "memoria histórica", la ideología de género promovida con recursos públicos y los reinos de taifas que amenazan la unidad de la piel de toro son los rasgos del sistema político impuesto por las izquierdas y que ha provocado esta reacción que sorprende a los analistas pulverizando las encuestas. Está sucediendo en todo el mundo. El mundo artificial de los Leviatanes estatolátricos no atina a responder a la ola soberanista de los movimientos populares (a veces populistas) que desafían la ideología globalista. Por eso, hay que tomar en cuenta que para evitar el radicalismo las guerras ideológicas deben llevarse a cabo en el espacio público de la democracia.

Dos. Para eso es fundamental evitar que la soberbia política, la falsa pretensión de considerarse superior moralmente al adversario, prime en el debate público. La aniquilación del enemigo político equivale a la destrucción del sistema. Para que exista política debe haber antagonismo. Sin adversarios no solo estaría en peligro el sistema, también se vería condicionada la propia idea de libertad.

Tres. En efecto, cuando el control es absoluto, cuando se impone el Gran Hermano que condiciona toda autonomía, entonces ya no vives en un sistema democrático. Se abre paso la tiranía. A pesar de los errores de la república peruana, ¿eso es lo que queremos para el Bicentenario?