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Una nueva correlación política de fuerzas se presenta en el Congreso tras las disidencias de Fuerza Popular, reconfigurando el cuadro de comisiones, presidencias y mayorías. De 73 congresistas inicialmente, ahora son solo entre 51 y 55 parlamentarios sobre un total de 130; sin considerar que está en trámite la renuncia de la congresista Úrsula Letona, y que tienen en sus filas en forma ilegal a tres accesitarios, que reemplazaron a Kenji Fujimori, Bienvenido Ramírez y Guillermo Bocángel, suspendidos por más de 120 días, contraviniendo al Tribunal Constitucional, que resolvió que las suspensiones no pueden exceder ese plazo.

La crisis que atraviesa el fujimorismo es el resultado del autoritarismo y la falta de lealtad con la que se desenvuelven sus dirigentes, particularmente Keiko Fujimori, quien llegó a oponerse a la excarcelación de su padre y a expulsar a su hermano Kenji.

La nueva composición del Congreso, sin ninguna mayoría autoritaria, obliga al diálogo, al debate, a la tolerancia y a la propuesta. En otras palabras, obliga a desarrollar POLÍTICA, la que se plantea problemas y propone soluciones a los graves problemas que enfrenta el país.

Corresponde desde ya priorizar los proyectos de ley necesarios y urgentes, la reforma de los partidos políticos, la regulación de la inmunidad parlamentaria y la revisión indispensable de los llamados contratos-ley.

Es hora de que el Congreso asuma los retos planteados por la ciudadanía, así como enfrentar la necesidad de un crecimiento verdadero, aquel que no solo genere ganancias, sino un desarrollo que incluya a los ciudadanos y ciudadanas del país, respetando y ampliando los derechos económicos, sociales y políticos.