Estos días de Semana Santa hemos escuchado de boca del cardenal Pedro Barreto y del responsable del Acuerdo Nacional, Max Hernández, que el presidente Pedro Castillo está dispuesto a hacer un cambio radical en su equipo ministerial. Sin embargo, luego de cuatro gabinetes para el olvido plagados de prontuariados, impresentables, buenos para nada, sinvergüenzas y ahijados de Vladimir Cerrón, es poco lo que se puede esperar.

Además, qué de bueno puede salir de las reuniones que ha tenido el mandatario con Barreto y Hernández si en alguna de ellas ha participado un personaje como el congresista Guillermo Bermejo. ¿Será este señor el nuevo premier? ¿Lo será uno de sus amigos con los que solía ir al VRAEM? ¿Tiene la misión de hacer el casting para seleccionar a los nuevos ministros? Esa sola presencia ya lleva a pensar que el mandatario sigue por el mal camino.

Y es que el gran problema que tiene hoy el Perú no son los ministros, sino el propio mandatario que no sabe ni dónde está parado. Lo suyo era la quema de llantas, la huelga indefinida y el griterío en la Plaza San Martín. Va de tumbo en tumbo, va dando palos de ciego mientras el país se le va de las manos como quedó demostrado hace dos semanas en que la calle se levantó ante su incompetencia, y no le quedó otra que salir arrancado del Congreso en medio de balbuceos y mentiras.

Mucho se dice que se debe convocar a profesionales de primer nivel, sin antecedentes dudosos y muy honestos. Sin embargo, qué persona con esas características va a aceptar ser parte de un régimen manejado por Cerrón y por un grupo de asesores de medio pelo que operan desde Palacio de Gobierno, a los que habrá que esperar a que se dignen llevarlo hasta donde el presidente, quien además no entiende mucho de lo que le hablan, según han dicho algunos exministros arrepentidos.

Es evidente que con la salida de Aníbal Torres y varios de su precario equipo donde hay agresores de mujeres, plagiadores de tesis, recomendados de Cerrón y hasta un procesado por dos asesinatos, no se soluciona el problema. Eso sería apenas un parche. Por eso, insisto, lo mejor que le podría pasar ahora al país sería la renuncia del mandatario para la toma de mando de un gobierno transitorio que nos lleve en breve a un nuevo proceso electoral.

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