En los últimos días, ante la posibilidad de que el presidente Pedro Pablo Kuczynski indulte a Alberto Fujimori, para lo cual solo hace falta su firma y nada más, nuevamente han salido muchas voces a reclamarle al actual gobernante por tal posibilidad, a recordarle sus promesas de campaña opuestas a la mencionada liberación y a hacerle saber que en junio de 2016 votaron por él por ser la alternativa para que el exmandatario siga en la prisión que ocupa desde 2007.

Para el presidente Kuczynski debe ser muy duro comprobar que si llegó a Palacio de Gobierno al final de su larga carrera profesional y de funcionario público, no fue por su capacidad y honestidad, o por sus propuestas para llevar las riendas del país basadas en un plan de trabajo presentado por su agrupación, sino por el odio al reo de la Diroes, que impidió por muy escaso margen que su hija mayor se convierta en la jefa de Estado tanto en 2011 como en 2016.

Pero más allá de lo que pueda experimentar PPK en su fuero interno, es lamentable que mucha gente admita que vota por un candidato presidencial solo para que un sentenciado no salga de prisión. ¿Las propuestas económicas o en materia de seguridad? Nada de eso importa. ¿Si se trata de un chavista o de un implicado en asesinatos como Ollanta Humala en su faceta de “capitán Carlos”? Eso interesa un pepino. Lo único que cuenta es que el “Chino” no salga.

Tengo claro que si para desgracia de este país Verónika Mendoza pasaba a la segunda vuelta junto a Keiko Fujimori en lugar de PPK, la izquierdista exsecretaria personal de Nadine Heredia estaría hoy en Palacio de Gobierno, pues el odio a Fujimori hubiera hecho que medio país vote por la candidata del Frente Amplio, sin importar lo catastrófico que eso hubiera sido para el Perú en materia democrática, económica, política, social y hasta de seguridad nacional.

El odio que en muchos pueda generar Alberto Fujimori, quien es cierto que estuvo a cargo de un gobierno manchado por la corrupción, el pisoteo a las instituciones y por crímenes, aunque muchos menos que los ocurridos durante los mandatos de sus antecesores Belaunde y García, no puede seguir condicionando la elección de un presidente a casi 200 años de la Independencia. Los problemas son muchos y hay que afrontarlos de manera decidida, y no con odios ni pasiones.

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