Judicialmente hablando, Gerald vale su peso en oro. Luego de su captura en Ecuador, ya no podrá irse por las ramas y por fin habremos de saber cómo hacía para enviar la droga al extranjero desde la comodidad del puerto del Callao, quiénes le facilitaron la residencia en La Molina -de propiedad del Estado- en la que armaba orgías a ritmo de salsa, cuáles son sus reales vinculaciones con Miguel Facundo Chinguel (el mercader de los “narcoindultos”) y qué tiene que ver con las muertes de su amigo Patrick Zapata Coletti y el “Chino” Saucedo, entre otras interrogantes que asaltan a las autoridades.

De paso y repaso, su caída -en el balneario de Salinas, cantón de Santa Elena- sirve ipso facto para aplacar los nervios de la primerísima Nadine Heredia, que se sacuden con cada titular en los periódicos sobre las agendas de marras y los “milagros” del sin peros en la lengua Martín Belaunde Lossio.

Además, la detención del popular “Tony Montana”, presentada como la resultante de un “arduo trabajo de inteligencia entre la Policía Nacional del Perú” y su par ecuatoriana, ayuda para que el ministro del ramo, José Luis Pérez Guadalupe, y la propia institución policial se laven en parte la cara frente a lo que parece una irremediable inseguridad ciudadana, atizada ahora por el peligro de las granadas sembradas en calles y plazas de la capital.

Hay quienes visualizan una cortina de harto humo en esta precisa y oportuna detención, dada la turbulencia que zarandea al régimen de Ollanta Humala. Todo es posible en esta viña del Señor que es el Perú. Al fin y al cabo, el nacionalismo siempre estuvo bajo sospecha.