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Hace dos días, la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria (Sunedu) ha sacado de circulación a dos nuevas universidades privadas: la Juan Pablo II -vinculada al fujimorista Joaquín Ramírez- y la Universidad Privada de la Selva Peruana. De este modo, al igual que siempre, los más perjudicados son los alumnos que confiaron en los responsables de estas dudosas casas de estudios que hoy deberán ser desactivadas.

Desde 2016 a la fecha, ya son 80 las universidades que han pasado la valla impuesta por la Sunedu, mientras que 16 están en proceso de cierre al no haber superado los requisitos impuestos por la Ley Universitaria que dio el Congreso anterior. Ello con el fin de mejorar la calidad de la formación superior, que ha estado plagada de centros de formación profesional más que dudosos, los cuales en la práctica no eran más que lugares donde se estafaba a alumnos y padres.

En este proceso de mejora de la calidad universitaria, mediante el cierre de casas de estudio que jamás debieron existir, queda apoyar el trabajo de la Sunedu y dar todo el respaldo a los alumnos que se han quedado “en el aire”. Ellos deberían ser una prioridad, a fin de que puedan trasladarse y culminar sus carreras, más allá de las medidas legales que puedan tomar contra los responsables de sus fenecidos centros de estudios.

Mientras tanto, algunos intereses ocultos en el Congreso han puesto en la mira a la Sunedu, que ha realizado el trabajo encomendado por ley con el objetivo de combatir a los malos “empresarios de la educación”. Uno de ellos es José Luna, de la ya cancelada Telesup, quien tiene muchas cosas que aclarar sobre la forma en que logró la inscripción de su partido político, mediante el “apoyo” del operador montesinista José Cavassa, hoy bajo prisión preventiva. Hasta ahora nadie lo toca.

La mejora de la calidad de la educación en el Perú trae, lamentablemente, consecuencias sociales. Sin embargo, esta labor no puede detenerse, ya que a futuro los beneficios serán mayores tanto para el país como para los propios profesionales que egresen de las aulas de las universidades debidamente certificadas. No podíamos seguir con universidades de cartón y tripley, o con aquellas que operaban en garajes.