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El 4 de julio, el papa Francisco ha nombrado a Mons. Raúl Chau Quispe como Obispo Auxiliar de Arequipa. Tener un obispo auxiliar es un don de Dios. En Arequipa no teníamos uno desde el año 1984, es decir, hace 35 años, pero ahora nos es conveniente gracias a que la vitalidad de nuestra Iglesia local ha hecho posible que en los últimos diez años aumente de modo notable el número de fieles católicos y, con ellos, la participación en la vida de las parroquias, la llegada de nuevas comunidades religiosas, el florecimiento de numerosos movimientos apostólicos, la incorporación activa de miles de jóvenes, un mayor número de seminaristas y de sacerdotes, así como la puesta en marcha de diversas iniciativas de evangelización y promoción humana integral. Son los frutos de la nueva evangelización que en su momento convocó San Juan Pablo II, continuó Benedicto XVI y, en los últimos años, renueva constantemente el papa Francisco con su llamada a ser una “Iglesia en salida misionera” y una “Iglesia samaritana con los más pobres y necesitados”.

Como enseña la Iglesia, sin menoscabo de la colaboración de los sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos de ambos sexos, incluidos los jóvenes, el obispo auxiliar “es el principal colaborador del obispo diocesano en el gobierno de la diócesis”. Por eso, este lo debe hacer partícipe de los proyectos pastorales y las iniciativas diocesanas para que, “en el recíproco intercambio de opiniones, procedan en unidad de propósitos y en armonía de empeños”. Al mismo tiempo, “el obispo auxiliar, consciente de su función en el seno de la diócesis, actuará siempre en plena obediencia al obispo diocesano, respetando su autoridad” (AS, 70). Agradecemos, entonces, que el papa Francisco nos haya concedido un obispo auxiliar, con cuya colaboración podremos continuar aquellas áreas de la pastoral que ya existen en nuestra Arquidiócesis y crear otras nuevas, a fin de que la Iglesia en Arequipa se siga desarrollando y sea cada vez más una Iglesia evangelizada y evangelizadora, servidora y misionera.