El gran reto del gobierno de Pedro Pablo Kuczynski para los cuatro años y medio que tiene por delante al frente de las riendas del país no será solo llevar a cabo la restitución y reconstrucción de todo lo perdido por este llamado Niño costero, sino también hacer todo esto evitando que la mano negra de la corrupción en la administración pública haga de las suyas.

Lo señalo porque en los últimos años, cuando la economía comenzó a despegar y hubo recursos para hacer obra pública, surgieron autoridades, en los tres niveles de gobierno, dispuestas a llevarse los recursos a su bolsillo, lo que en gran parte fue posible por el fracaso de la gestión de la Contraloría, a la que se le escaparon las tortugas. Áncash y Chiclayo son apenas dos casos.

Esta situación es la que no podemos permitir en el futuro, cuando el Poder Ejecutivo comience a distribuir la plata de todos los peruanos para reponer puentes, rehacer carreteras y apoyar a los afectados a que recuperen la propiedad privada perdida. Lamentablemente, en los últimos años hemos tenido muchos ejemplos de que la honestidad no es virtud de muchas autoridades públicas, y eso debe ser combatido.

Nuestro país ha sufrido una herida muy profunda con este Niño costero y sería imperdonable que la desgracia sea aprovechada por los corruptos. El Estado, con su jefe a la cabeza, está en la obligación de evitar las malas artes y procurar sanción inmediata para quienes en muchas oportunidades pasan por la administración pública para aprovecharse y hacerse de dinero sucio.