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En junio del 2010 llegué a Johannesburgo para cubrir el Mundial de Sudáfrica y lo que más me impresionó fue la frase de una publicidad del banco Barclays en el aeropuerto. “No hay victoria más grande que unir a una nación”, decía. El país que había vivido una brutal segregación racial hasta 1992, y por años estaba dividido entre blancos y negros, abrazaba nuevamente un sentido nacional gracias a su equipo de fútbol. Todos los días había bulliciosas marchas y caravanas en apoyo a su selección.

Traigo a colación este recuerdo al ver hoy toda la unión nacional y las movilizaciones en respaldo a Paolo Guerrero. Hay un despliegue de voluntad tan grande que pareciera que todo se puede conseguir solo con desearlo.

Guerrero está en Suiza en busca de un milagro. Lo acompaña un especialista en imposibles, Edwin Oviedo, presidente de la Federación Peruana de Fútbol, quien en esta travesía no pasa inadvertido.

El dirigente fue uno de los artífices de la clasificación peruana al Mundial Rusia 2018. Su gran mérito al iniciar su gestión al frente de la FPF, en enero del 2015, fue desbaratar la organización construida por Nicolás Delfino y Manuel Burga. Era consciente, como decía Warren Bennis en su libro “Aprender a liderar”, de que el antiguo método de “ordeno y controlo” ya no es apropiado para la moderna empresa. Por ello, se rodeó de personas con experiencia y conocimientos, quizás más que él, para delegar funciones y así elegir a un nuevo comando técnico, y se convocó a Ricardo Gareca.

Edwin Oviedo es también un empresario exitoso. De vender abarrotes en la Parada, en nuestra capital, se convirtió en accionista mayoritario en importantes empresas azucareras del país. Esto generó que aparezcan enemigos que le tiren a dar. Le entablaron juicios y hace poco un fiscal solicitó prisión preventiva para él y sus allegados de Tumán, al vincularlo con la organización criminal “Los Wachiturros”. Es evidente que esto le hace un daño insuperable y a su vez beneficia a otras personas. Creo, como me decía Miguel Ángel Villalobos, un fiscal chalaco que labora en Huancayo, que los abogados, jueces y fiscales deben pensar en la justicia, pero también en la prudencia de sus actos.