Supongamos niño de 5 años terminó el grado de 4 años en el pre escolar de su colegio en diciembre del 2019 y se queda sin vínculo escolar alguno hasta junio 2020 (retorno optimista a clases). Habrá tenido un vacío de 6 meses de conexión con maestros y compañeros de clase, sin la necesaria estimulación pedagógica en el momento más importante para su desarrollo intelectual que son los primeros 5 años de vida. Sumado a ello, vive el estrés del hartazgo por el confinamiento, sin estimulación física, cognitiva, neurológica, social y contención emocional.

El resultado será un retraso importante en su maduración, socialización, desarrollo sensorial e intelectual, además del trauma no procesado del encierro

Si en cambio la maestra se conecta con él 2 o 3 veces al día por 20 o 30 minutos alternando con otras actividades libres, lo hace así no porque no quiera atenderlo 4 horas seguidas, sino por respeto a sus tiempos, capacidad de atención y concentración, la demanda de tener al papá o mamá al lado, el cuidado de su postura corporal y sensorialidad que se exacerba por su conexión estática con la pantalla

Para que es maestra tenga esa disponibilidad tiene que estar trabajando a plena capacidad junto con el equipo, procurando que ese vínculo del niño con ella y sus compañeros permita crear las condiciones para la continuidad más normal posible de su desarrollo, maduración, estimulación.

Por eso es que el costo de la educación a distancia no puede considerarse un porcentaje de la presencial por menores horas de conexión. Lo que vale es el vínculo educativo y no el número de horas.