La conclusión más importante de la conferencia de prensa de ayer del presidente Francisco Sagasti y su equipo ministerial es que como Estado, como país, hemos fracasado en la tarea de conseguir las dosis necesarias para aplicar un proceso de vacunación masiva contra el COVID-19, que por estos días comienza a mostrar las mismas que de enero a diciembre se han llevado miles de vidas de peruanos y han devastado nuestra economía.

Hoy no vale la pena mencionar si la culpa de este atentado contra la salud de los peruanos es del vacado Martín Vizcarra, de Pilar Mazzetti, de Víctor Zamora, o de la administración transitoria del presidente Sagasti. Lo único cierto es que a poco de acabar el trágico 2020, el Perú no tiene vacunas. Todo lo que debió hacerse luego de haber sido uno de los países con más muertos por cada cien mil habitantes, no se hizo o se hizo mal. Estamos en nada.

A lo largo del 2020 se nos dijo que la esperanza para volver a las clases presenciales y a los centros de trabajo, a ver reactivada plenamente la economía, a visitar hospitales sin riesgo, a tener unas elecciones generales sin peligro de contagio y a reunirse con los seres queridos, sería la aplicación de vacunas de forma masiva. Se nos dijo que sería quizá en el primer trimestre del 2021. Todo fue una tremenda mecida, un cuento cruel.

Mientras tanto, en otros países ya están a un paso de comenzar con las inmunizaciones masivas. Sin ir muy lejos, ayer Chile ha autorizado el antivirus de Pfizer. Qué envidia. Acá quedará ampliar las restricciones y, lo que es peor, ver cómo se incrementan los contagios y las muertes, al tiempo que las camas UCI comienzan a escasear como en la región Piura, una de las más golpeadas en las últimas semanas.

Siempre se ha dicho que la pandemia ha sacado lo mejor y lo peor de las personas. En el caso de las vacunas, queda claro que estamos viendo la rematada ineptitud de nuestras autoridades para trabajar y hacer gestión en favor de los peruanos, incluso en medio de una tragedia como la que vivimos desde marzo. ¿Asumirán la responsabilidad por los fallecimientos que ocurran en los próximos meses?, ¿o seguirán mirando hacia arriba y los costados sin saber qué decir?