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Mirando los resultados de las elecciones en Bolivia el último domingo, para Evo Morales, quien gobierna 13 años, ganar sin llegar al 50% de los votos más uno o no lograr una diferencia de por lo menos 10 puntos con su más cercano competidor -el expresidente Carlos Mesa-, la conclusión sobre la jornada electoral a la que ha llegado el mandatario ha sido una certera derrota, que por supuesto no va a reconocer. La elocuencia de su rostro no mostró el júbilo de episodios electorales anteriores. En efecto, Morales, el primer indígena que, a fines del 2005, ganara la presidencia de su país, esta vez ha debido mitigar el impacto del trago amargo de no lograr en primera vuelta una victoria para gobernar por 5 años más. La pregunta en adelante que todos debemos hacernos es la siguiente: ¿habrá fraude electoral para el balotaje del mes de diciembre como han dejado entrever algunos de sus opositores? No sería responsable afirmarlo, pero la especulación nos asiste legítimamente para sostener con fundamento que, habiendo sido capaz de manipular al Tribunal de Bolivia para que escandalosamente lo habilite bajo el argumento de que lo asiste un “derecho humano” a la postulación, a pesar de que un resultado de referéndum le dijo que no debía presentarse para un cuarto mandato, no es ligero pensar que podría recurrir al fraude para consumar sus pretensiones. A Evo, como a muchos de los caudillos que ha tenido América Latina a lo largo de su vida independiente, disfrutar el poder es un estado personal que jamás van a cambiar. Los caudillos no saben de las reglas de la alternancia del poder. Frente a ellas se vuelven intolerantes y hasta pierden los papeles con solamente pensar que podrían ser defenestrados del poder. A Evo le va a costar aceptar que va a perder, pues no lo ve como una posibilidad. Mientras tanto, la oposición, que está en alza y quiere sentirse respetada en su voluntad popular pisoteada por una justicia boliviana complemente hipotecada a Morales, debe exigir la presencia de la mayor cantidad de observadores internacionales. El fraude, entonces, es una muy lamentable posibilidad.