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En los próximos días será visto en el Congreso un proyecto de ley que propone castigar a los legisladores que se alejen de la bancada por la que fueron elegidos originalmente. De esta manera se intenta sancionar a los tránsfugas y evitar, se dice, los papelones que hemos visto en los últimos años, en que grupos inicialmente poderosos y en apariencia cohesionados terminaban desmembrándose. El Partido Nacionalista y Perú Posible conocen muy bien este drama.

Sin embargo, es muy pertinente lo señalado ayer por el colega Enrique Castillo en su columna de Perú 21, donde indica que “no hay forma de castigar a quienes sienten que su agrupación se ha desviado o no ha cumplido con su propuesta política o sus promesas de campaña, o cuando su relación con el grupo se ha convertido en poco menos que insufrible”. Este elemento debería ser tomado en cuenta muy al detalle por los legisladores antes de sacar una ley “antitránsfugas”.

En fin, ese proyecto de ley será materia de discusión en los próximos días. No obstante, el problema es más profundo y difícilmente se solucionará con una nueva norma que convierta en parias a los tránsfugas. El punto neurálgico está en las agrupaciones políticas que casi no existen y que cada cinco años presentan listas de candidatos al Congreso cero cohesionadas que responden a todo tipo de intereses, menos a los del país.

El problema está en las agrupaciones -imposible llamar “partidos” a muchas de ellas- que suelen reclutar a toda clase de “invitados” para atraer a los electores, sin importarles si luego la bancada se romperá. Y claro, acá también entra a tallar el interés de muchos “independientes” en convertirse en congresistas. Si hay coincidencias ideológicas o programáticas, es lo menos importante cuando se aproxima la fecha del cierre de inscripciones de las listas de candidatos.

Nuestra política, tan venida a menos, requiere seriedad, y eso debe comenzar por las agrupaciones. Lo sucedido con Julio Guzmán y César Acuña en la última campaña presidencial, y luego con el fujimorismo al reclutar a una independiente que no les duró ni dos meses, es una muestra de que urge un cambio. Si no es así, el descrédito y el hartazgo hacia los políticos irán en aumento, lo cual en el largo plazo es muy peligroso para la democracia.

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