El santo y seña de la ciudadanía fue claro y contundente durante la marcha del sábado: #FueraCastilloFuera, apuntalado por exigencias como “Que se vaya”, “Salvemos al Perú”, “No a la corrupción” y “Vacancia ya”. La gran pregunta es si esta animadversión del pueblo en todos los idiomas le moverá los oídos al profesor chotano porque sabido es que, además de mudo, también sufre de sordera política.
Lo cierto es que el pupilo de Vladimir Cerrón ha ingresado en una letanía -o más bien agonía- tras los últimos audios de los faenones entre Zamir Villaverde y Juan Silva y que, según la hipótesis fiscal, “esta línea de acción llegaba al presidente de la República” como el supuesto cabecilla de la organización criminal. Siendo sinceros y lamentándolo por los procesos constitucionales, Castillo ya está de más.
El jefe del Estado se muestra limitado en muchas cosas y no da indicios de haber progresado en el proceso de gobernar, sin embargo, alguno de sus asesores o ministros ayayeros debería hacerle entender que ha ido llenando su alforja de Sarrateas, descrédito, desconfianza, falta de liderazgo, sospechas fundadas de corrupción, todo aquello que El Comercio configura como incompetencia total permanente, y resulta imposible sostenerlo cinco años por más que amemos la democracia.
Y cómo no va a reaccionar la gente si el país anda de cabeza bajo su precaria gestión: anarquía total, cortapisas a la minería, canasta familiar cada día más cara, combustibles por las nubes, inseguridad incontrolable, un presidente sin política comunicacional (lleva más de cien días dándole la espalda a los periodistas), un mandatario que dice cualquier pachotada sobre la amenaza de hambruna y un largo etcétera.
El #FueraCastilloFuera es un corto editorial con asidero irrebatible.