Pedro Castillo cambió en muy poco tiempo su primer gabinete que unificó a la oposición en el cuestionamiento al Primer Ministro Guido Bellido y al titular de Trabajo Iber Maraví. Ambos indefendibles al punto que hasta la bancada de Perú Libre debió escuchar la mayoritaria exigencia de la censura que de no darse hubiera comprometido severamente la imagen del Congreso. Ojalá el presidente entendiera que no se trata solo de nombres. Se trata de honrar y defender la democracia que lo llevó al poder y de la necesaria capacidad para gestionar el Estado. Nada de nombrar amigos y gente por agradecimiento. Hay una fortísima crisis de confianza muy difícil de manejar que compromete la legitimidad del gobierno. Sabemos bastante de este tema quienes estuvimos al pie del cañón para recuperar la democracia perdida en el decenio fujimontesinista. Esa lucha reunió políticos, activistas rebeldes e intelectuales, que pusieron por delante el destino del Perú. Dentro de ese grupo selecto, pequeño y apretado, estuvo Pedro Planas Silva, en la vanguardia, para quienes lo vimos defender con ardor y pasión, con su pluma, inteligencia y conocimientos, el valor de la democracia y del estado de derecho. Era el más joven, pero su sabiduría y madurez rompían barreras, sin duda un grande intelectual y político del pensamiento y la acción. Fundó con nosotros el Foro Democrático y el Comité Cívico por la Democracia y asistió a las reuniones del Consejo Editorial de La República. Periodista y docente universitario despertaba admiración entre jóvenes y profesionales por su gran producción intelectual. Como bien lo dice César Campos, fue un gran amigo y compañero de luchas y debates. Se fue hace 20 años en Ayacucho, un 7 de octubre, en la tierra por cuya pacificación y justicia social bregó incansablemente. Demasiado pronto y sin haber visto florecer la democracia por la que tanto luchó. Honor al honor.