El Perú vive momentos tensos y dramáticos como consecuencia del crecimiento de contagiados y muertos por la pandemia del coronavirus. En los últimos días hay además una peligrosa crispación política que ha tenido como desenlace la caída del gabinete presidido por Pedro Cateriano.

La lucha de poderes ha generado pleitos sin sentido e inútiles en estos tiempos en el que los peruanos tienen como prioridad evitar infectarse con el virus. La clase política cree que la eficacia democrática es vencer al adversario. Eso es preocupante porque divide al país y así es casi imposible avanzar en busca de superar la crisis de salud y económica. Si no se arregla lo político, no se podrá mejorar en lo demás.

Hay la sensación que el Congreso toma decisiones de acuerdo a los intereses de sus bancadas, que algunas veces están alejados del sentir de la gente. Pero también son evidentes los tropiezos del Ejecutivo que no ha  podido ubicarse a la altura de los desafíos presentes.

En esta coyuntura urge tender puentes. Hay que ser consciente que solo el diálogo resolverá los conflictos entre poderes. Es evidente que todo espacio que genere vínculos e integración es útil en la tarea de plantear soluciones para que el Estado responda mejor ante la arremetida del COVID-19.