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Pegar a una mujer muestra la mayor ruindad varonil, volviéndolo en ese instante un ser cobarde con el castigo de ser así tildado para siempre. Aquel que lo hace desprecia el estado de naturaleza de las mujeres cualitativamente distintas, con atributos y caracteres intrínsecos a su feminidad. Al hombre vuelto por su violencia un ser abominable, esta consideración sobre la naturaleza humana de la mujer no le importa. La violencia se manifiesta físicamente, donde el hombre se vale de su fuerza para lesionarla y hasta matarla. Van más de 120 feminicidios en el 2019. Luego está la violencia sexual, que es vil porque atropella la libertad sexual de la mujer. Esta es la manifestación de la mayor bajeza del varón, porque valiéndose de su inobjetable fuerza física destruye la estructura volitiva de la mujer llamada a decidir con quién compartir su sexualidad. En tercer lugar, la violencia psicológica, donde la mujer queda reducida por la amenaza del varón que revela su imperdonable conducta abusiva quebrando su natural docilidad. En cuarto lugar, la violencia económica, donde el varón, que controla los medios de producción desde que el mundo se hizo patriarcal y, excitado por el prejuicio y por su propia inseguridad, neutraliza y socava la libertad de acción de la mujer que, sin recursos, se ve disminuida en ese dramático estado de total dependencia. Todos los informes dicen que la violencia contra la mujer ha aumentado y nada se resolverá solamente con marchas. Hoy, que dedicamos la fecha a relievar el Día Internacional de la No Violencia hacia la Mujer, y mientras seguimos discutiendo en una real inversión en educación -12%- para atenuarla o erradicarla, decidamos la pena de muerte para los violadores de menores de edad -la mayoría son niñas- que terminan muertos por dicha abominable práctica. La criminalística ya ha establecido que existen conductas delincuenciales adquiridas gravísimas no recuperables, concluyendo que un hombre que destroza la vulva o la cavidad pélvica de un infante conservará su monstruoso instinto sin ningún ápice de remordimiento. No perdamos más tiempo del que ha pasado en tantos años. Carácter para respetar a la mujer es lo que falta en el país.