En correlato con mi columna de ayer en que refería las razones doctrinarias y de fondo por las cuales Cuba jamás puede ser considerado un Estado fallido, toca decir ahora de que aquel país que lo sea no configurará esa condición porque prime en su circunstancia interna un Estado en crisis. No. Con frecuencia los países que padecen situaciones de gravedad interna por crisis política, social, económica, etc, son creídos erradamente Estados fallidos.

Muchos Estados soportan crisis de diversa índole y eso no los califica de naciones fallidas dado que el carácter esencial para que sea calificado como Estado fallido -debemos decirlo siempre- es que no puede ser identificada la autoridad central. Tampoco es un Estado fallido aquel país que no tiene democracia lo que es generalmente el mayor motivo de la confusión. Hay países donde existen elecciones libres y democráticas pero que se han convertido en verdaderas sociedades anarquizadas donde prima el caos porque no hay un autoridad que pudiera imponer el orden interno.

El carácter fallido de un Estado no se encuentra en que sea una democracia o una dictadura o un régimen totalitario sino en su evidente estado de barbarie donde el imperio del caos se superpone al de la norma jurídica. El Perú jamás ha sido un Estado fallido. No lo fuimos durante el directorio en los tiempos de Vivanco, al inicio de los años cuarenta del siglo XIX, que Ramón Castilla le puso coto iniciando luego una etapa de estabilidad y prosperidad por el guano y el salitre.

Tampoco lo fuimos durante el levantamiento de los hermanos Gutiérrez, que por asesinar al presidente José Balta (1872) fueron linchados y terminaron colgados de los campanarios de la Catedral de Lima. Ni quiera durante el denominado Año de la Barbarie, en 1932, luego del asesinato del presidente Luis M. Sánchez Cerro que marcó el inicio de una cacería contra los apristas durante el gobierno de Óscar R. Benavides que fue hasta 1939, y tampoco en los años ochenta del combate al terrorismo, ni, finalmente, en el marco de nuestra historia bicentenaria reciente, durante el mes de noviembre de 2020, en que tuvimos tres presidentes: Martín Vizcarra, Manuel Merino y Francisco Sagasti, donde salimos airosos por contar con una Constitución y un gobierno central, no guste o no.