Aquí muy cerca de nosotros, ya no necesariamente en China, Italia o España, sino en Guayaquil, Ecuador, se está viviendo una pesadilla a causa de la pandemia de coronavirus. Los casos de afectados no solo han hecho colapsar el sistema de salud, sino también el trabajo de los servicios funerarios, por lo que en estos días los cuerpos de aquellos los que mueren en sus casas ante la falta de hospitales, no pueden ser recogidos y son echados a las calles para que en ellas se descompongan.

Días atrás circularon videos de estos hechos. Se veía cuerpos regados en las calles y a familiares reclamando para que los recojan. Inicialmente se pensó que era una noticia falsa, como muchas de las circulan en estos tiempos de crisis mundial. Sin embargo, no era así. Se trata de gente que ni siquiera había llegado a ser diagnosticada de coronavirus, aunque sí presentaba los síntomas, porque no había capacidad para hacerles las pruebas ni acogerla en un hospital.

Ayer un reportaje de CNN mostró esta situación casi apocalíptica. Según cifras de la policía del principal puerto ecuatoriano, entre el 23 y 30 de marzo hubo 300 pedidos para recoger cadáveres. No obstante, se estima que sean mucho más los cuerpos sin ser acogidos. La alcaldesa de Guayaquil, Cynthia Viteri, quien ya se recuperó de Covid 19, hizo un desesperado llamado al gobierno central para que haga algo por la gente de su jurisdicción.

En la misma nota, CNN difundió, previa advertencia al público, la durísima imagen de una mujer muerta sobre una silla de ruedas en la sala de espera de la emergencia de un hospital público. Su cadáver permaneció allí por casi cuatro horas. Nosotros, por nuestra parte, en la edición de ayer de Correo dimos cuenta de que algunos en Guayaquil han optado por incinerar cuerpos en la vía pública, al ver que no son recogidos por los servicios funerarios.

No se trata de llenarnos de miedo ni de vivir angustiados por lo que pasa en Ecuador, pero sí de estar advertidos de lo que podría suceder si los casos de coronavirus en el Perú aumentan y llegan a niveles en que la salud pública no pueda acogerlos. Por eso todos tenemos el compromiso de permanecer en casa y acatar las disposiciones que se dan desde el gobierno, por más estrictas que sean las dictadas ayer. Cualquier irresponsabilidad podría pagarse muy cargo.