El Perú es el primer exportador de harina y aceite de pescado en el mundo, y sólo en el 2021, ha generado más de US$ 1, 900 millones en divisas para nuestro país.
Así, el sector pesquero industrial aporta de manera directa e indirecta más de 2.5% al PBI; genera alrededor de 700 mil empleos totales; aporta más de S/ 1,200 millones al fisco entre I.G.V e IR, lo que equivale al doble del presupuesto del PRODUCE, que fue de S/ 621 millones para el presente año.
Además, el sector pesquero industrial es un gran dinamizador de la economía en las regiones donde opera, ya que, según un informe de Apoyo, incrementa de manera indirecta las ventas del resto de la economía en un 63%.
Sin embargo, estas cifras podrían ser aún mayores si se dictarán políticas en pro de su competitividad. Así, el sector pesquero industrial aun soporta elevados sobrecostos que nos hacen menos competitivos que Chile y los demás países de la OECD. Ello, por cuanto es un sector que mantiene elevadas cargas tributarias y sociales, entre las que se encuentran, además de los impuestos generales (IR, IGV, ISC), el derecho de pesca.
Por otro lado, es el único sector que aporta para la reinserción laboral de sus trabajadores mediante el aporte al FONCOPES, así como al fondo de jubilación de sus trabajadores a través del aporte de S/ 3.92 por cada TM de pescado.
Por ello, para que el sector pesquero siga siendo un gran motor de la economía, resulta necesario, por un lado, revisar estas sobrecargas, así como dictar medidas que impulsen su crecimiento mediante la asignación de cuotas que se encuentren en el orden del 35% de la biomasa; recuperar la pesca en el sur de nuestro litoral e incentivar nuevas pesquerías como la del jurel y el atún, donde el Perú tiene ventajas competitivas.
En un contexto de crisis sanitaria y económica es un pecado capital no aprovechar las ventajas que nos brinda nuestro mar. Cuidando siempre la sostenibilidad de nuestros recursos, es posible encontrar un equilibrio en este sentido.