Para nadie es un secreto de que la reciente medida dictada por el presidente de Chile, Sebastián Piñera, respecto de extender el trazo de la plataforma continental chilena en el denominado pasaje de Drake, en clara e incontrastable invasión de la plataforma de Argentina, busca crear caprichosamente una controversia, realmente inexistente que no tiene pies ni cabeza.

Se parece al burdo recurso lanzado luego de la sentencia de la Corte Internacional de Justicia en el juicio incoado por el Perú contra Chile sobre la controversia jurídica delimitación marítima entre ambos Estados de 2014, que solucionó el problema por supuesto, y en que Piñera, suelto de huesos, inventó el asunto del denominado triángulo terrestre, refiriéndolo para asombro de propios y extraños, como parte de la soberanía chilena, sabiendo perfectamente que dicho espacio se encuentra de manera indubitable, dentro del territorio peruano.

Piñera, en esa ocasión como ahora con Argentina, busca llamar la atención con un objetivo político. En efecto, la idea del magnate mandatario derechista sureño, está en directa relación con su alicaída posición en las encuestas, desde que se iniciaron las protestas en el país antes de la pandemia, y por supuesto, seguramente, generando una vitrina al militarismo chileno, otrora y todavía, fuerte y temido, que busque, además, cambiar las tendencias en la población para cuando llegue el momento en que sea puesta para la aprobación el nuevo texto constitucional.

En esa línea, mirando su indetenible precipitación política, a tan pocas semanas de las elecciones presidenciales del 21 de noviembre, y un poco más alargado, el final de su gobierno en marzo de 2022, Piñera busca generar expectativa en la opinión pública de su país para no terminar completamente debilitado, aun cuando es verdad de que en una reciente encuesta en Chile, la gente estaría reaccionando y hasta pensando en revertir su posición inicial para cambiar de Constitución. Piñera es consciente de que todo lo sucedido juega en su contra como presidente y no quiere pasar a la historia de su país con un nuevo epitafio político.