Es verdad que la Cámara de Diputados de Chile acaba de aprobar por 78 votos contra 67 -hubo 3 abstenciones- la acusación constitucional del presidente Sebastián Piñera, pero también lo es que su suerte se va a decir en el Senado que, aunque en estos momentos la izquierda no conseguiría su destitución dado que no cuenta los votos suficientes -teniendo todos en bloque requiere por lo menos 5 de la derecha, algo difícil de lograr-, en realidad ante el inminente proceso de elecciones presidenciales del 21 de noviembre, también renovará el cónclave legislativo, por lo que en definitiva, la suerte del magnate presidente, dependerá en gran parte del resultado electoral pues dicha jornada dominical de sufragio nacional, le dará el nuevo rostro al Legislativo chileno con sede en la portuaria ciudad de Valparaíso.
Es verdad que la imputación sobre Piñera es muy delicada -se trata de las irregularidades reveladas en la venta de Islas Vírgenes Británicas que hiere a la opinión pública chilena-, y también lo es que la izquierda lo tiene en la mira y no ha cesado en su deseo encarnado de verlo desaforado de la mayor investidura a que un político podría aspirar en cualquier Estado democrático: la presidencia de su Patria. Chile es un país dividido en dos, hay que decirlo. Esa realidad no contribuye a generar condiciones de estabilidad; al contrario, Chile es un país polarizado.
La constitución que viene redactando la Convención Constitucional, instalada en julio de este año, es una muestra de la fractura chilena. Las pugnas electorales entre la izquierda y la derecha se han intensificado creando un contexto poco favorable para la tolerancia y el respeto democrático. Chile es otro definitivamente y para recuperar sus mejores tiempos todavía le tomará a su clase política no verse como acérrimos enemigos. Por lo pronto, se ha conseguido poner en vilo al mandatario que se ha esforzado de mil maneras para capear no solo a la pandemia, sino a todas las manifestaciones políticas de sus enemigos que buscan acabarlo a cualquier precio. Piñera no es santo de mi devoción -no ha instruido para que Chile tenga una nueva cartografía marítima de la frontera marítima con el sur del Perú -nosotros sí lo hemos hecho-, conforme la sentencia de la Corte Internacional de Justicia de 2014, -, pero creo que debería terminar su mandato.